jueves, 31 de marzo de 2011

Aquellos dedos azules... Parte I

"Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar..." canta Machado en voz de Serrat. Y en la evocación de mis hermanos/colegas, esa sensación más que agridulce lacrimorrisueña, me transporta al pasado: a los días en que habiendo nacido en la Ciudad de México, después de veinticinco años me reencontraba con mis raíces.

Televisa se convirtió en mi casa casi por accidente, porque así tenía que ser. Al llegar de Monterrey como corresponsal del semanario regiomontano Crónica 7, muy necesitado de trabajo, mis primeros pasos me llevaron al número 13 de la calle Fresas en la colonia del Valle. Sí. En Crónica 7 admirábamos el trabajo de don Julio y la gente de Proceso, con quienes compartíamos labores a través de la agencia CISA.

Sin embargo, aunque me escucharon muy atentos, ellos finalmente me cantaron "La Negra": esto es que me dijeron que sí, pero no me dijeron cuándo. Entonces acudí con Miguel Ángel Granados Chapa, que dirigía Radio Educación. Recuerdo muy bien que sostuve una larga conversación con él, pero también me cantó "la del mariachi", aunque eso sí, muy formal y correctito el caballero, lo que sea de cada quien.

Entonces opté por probar suerte en Imevisión y ahí, con toda frialdad (lo que no es de extrañar), me esgrimieron la clásica premisa oficial de la falta de presupuesto, excusa que me parece que ya estaba en uso cuando Nezahualcóyotl diseñó la primera versión del bordo de Xochiaca. Vaya que sufrí en esos días.

No tengo razón para adornarme. Llegaba yo -enmedio de notables carencias-, de la entonces tranquila, o más bien adormilada, Sultana del Norte en enero de 1978, tras una crisis personal y profesional que me había dejado postrado.

Para entonces yo ya había acumulado alguna experiencia en TV como conductor de programas de entretenimiento, y también haciendo programas de radio alternativo; pero sobre todo, como reportero y redactor en El Porvenir, TRIBUNA de Monterrey y, ya lo dije, en CRÓNICA 7.

Sin embargo, no había hecho periodismo real en televisión. Esto lo aprendí ahí, en Niños Héroes 27, con los dedos manchados de azul.

Y podrá parecer extraño, pero las primeras lecciones no las recibí directamente con el maestro Zabludovsky. Aquel aprendizaje, como cantaron los Beatles, consistió en "un largo y sinuoso camino", que comenzó con Hoy Mismo(!).

Y aquí llega un momento apropiado para rendir tributo sincero y profundo a otro jefe amado por todos: don Ernesto Villanueva (qepd), a quien nadie podía ganarle en el parkassé, el ajedrez, o el backgammon, en aquellas horas de guardia interminable y que él sabía hacer más gratas; nadie conseguía las mejores tortas a las tres de la mañana, y nadie podía ganarle en nada, porque, para empezar, el no competía con nadie, simplemente porque ponía todo su talento -y su paciencia- en favor del equipo de los Noticieros de Televisa.

El reloj de 24 Horas estaba cubierto magistralmente por estos dos gigantes de la jefatura de la información: Raúl Hernández, en el día, y Ernesto Villanueva en la noche. Para los dos aquí expreso mi más profunda admiración y agradecimiento. Uno ya partió, en aquella sacudida aciaga que nunca olvidaremos, y el otro aún nos acompaña en el mundo de los vivos. Pero, ¿cómo ingresé a Televisa? ¿Porqué no entré directamente a 24 Horas? ¿Qué motivó mi rápida salida del equipo de Guillermo Ochoa? ¿Y cómo fue que los reporteros Agustín Granados y Guillermo Pérez Verduzco se convirtieron en mis primeros amigos en la redacción?
Este será el tema de la siguiente entrega...
INFORMA EN 24 HORAS, ALFONSO TEJA

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