viernes, 25 de marzo de 2011

No me contesta


No me contesta. Así es Raúl, sobre todo por la mañana. Después del desayuno ya hablará. Le repito: “hola jefe”, y no contesta. Todo él está escondido tras el periódico grande de la madrugada: Excélsior, Novedades, El Universal... Cine Mundial, ya no existe. Raúl Hernández, el Jefe de Información, tampoco existe, porque no me contesta. Es un martes de octubre de 1992. Son las 07:00 de la mañana. No hace frío en la redacción. Raúl asoma medio ojo por encima del diario, me lanza su característica media mirada de falso desdén y no contesta. Tras tantos años de esta aparente hostilidad cotidiana, estoy más que acostumbrado. Su mutismo es parte de la gran simpatía que sentimos el uno por el otro. Soy un privilegiado y él lo sabe, porque soy su hechura desde que me contrató, gracias a mi amiga Valentina Alazraki, como reportero de información general a mis infantiles veinte años, hace 15 años. "24 Horas", que cumplía dos años, era el noticiero más importante de la televisión mexicana: era el único. Jacobo Zabludovsky era único.
El Jefe es así. Está enojado conmigo porque El Tigre me recibe en unos momentos más: me va a nombrar corresponsal en París. Raúl me recomendó con JZ para el puesto que había quedado vacante, que debía ser para mí por franchute y francoparlante, y porque me la paso diciendo que ya me quiero largar --otra vez- de corresponsal fuera de México. Donde sea, a Canadá nuevamente, pero ahí nunca pasa nada; a la China Conchinchina para pasar diario notas que sí van a programar por exóticas. Pues –vaya sorpresa- me voy a París…


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“¡Ditos!”, gritaba Raúl con voz de Jefe de Información. Rojas, el office boy, salía pitando con el “dito” al mimeógrafo para sacar 200 copias de las órdenes de trabajo, muchísimas más de las necesarias. El “dito” dominaba la vida de una veintena de reporteros. Las copias eran hojas bond manchadas, para no decir escritas, en tinta azul casi violeta con olor a alcohol y consistencia húmeda. Era la tecnología de los años setenta. El “dito” era un esténcil blanco ceroso que con mucha dificultad entraba, sin arrugarse, en el mecanismo mecánico de la máquina mecánica de escribir. Todos nos manchábamos de tinta azul. Desde Rojas hasta Raúl; del editor al censor; de JZ al Productor; de los chavos encargados de los cables de UPI, EFE, REUTERS. FP, NOTIMEX a los de audio; de los camarógrafos a sus asistentes y de regreso a la veintena de reporteros, que a través de este Medio Masivo de Comunicación, nos enterábamos de notas, órdenes de trabajo, memos, guardias, listados de los nuevos Gobernadores, Secretarios de Estado, Senadores, y Amigos de casa a quien cuidar. Quien más se manchaba de tinta era Raúl, por supuesto. El era el Emisor principal de “ditos”. Como maestro de primaria con manchas de gis en el saco, Raúl ostentaba rayones azules en la punta de la nariz. Nadie le decía nada para poder –como alumnos de primaria- tener algo para reirse en la redacción.


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Está enojado y no me habla para evitar que le dé las gracias... que le diga cosas cursis o fuera de lugar. Estas situaciones le incomodan. Tres veces me re-re-re-recontrató Raúl, y nunca le di realmente las gracias; mil veces no me permitió invitarle desayunos, comidas o cenas, y nunca hubo manera de darle las gracias. ”Tu eres un soldado pobre –me dijo-, yo soy un soldado rico”, y entonces se reía como foca, se acomodaba el saco con un curioso gesto de brazos y espalda, y enderezaba los puños de su camisa manchados de tinta azul. Su silencio y mal humor me revelan que voy a dejar la redacción, que ya no voy a ser parte de su equipo, que mi camino y mi futuro como periodista ya no está en su omnipotente dedo que escribe "órdenes" cada mañana.
Por supuesto es el momento de hacer el recuento de lo que Raúl Hernández significó en mi vida. Por su culpa, soy el Ombligo del Mundo. A través de mis ojos y mis menudencias –páncreas, hígado y sesos- pasaron , sincronizaron y sintonizaron los acontecimientos trascendentes de este país. Por mi cuerpo completo actuaron y se materializaron los personajes más variados y disímbolos del “acontecer noticioso”. De Jacques Cousteau a Octavio Paz; de Carlos Salinas a Violeta Chamorro; de Charlston Heston a Melina Mercury; de Alberto de Mónaco a Beatriz de Holanda; de Indira Gandhi a Margaret Thatcher; de John Houston a Roman Polanski… Al ritmo cardiaco de tres notas diarias, Raúl me reservó Butaca de Primera Fila en los más variados happenings de los tiempos que van.


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El yate Britania dominaba por su lujo y su tamaño el puerto de Manzanillo. El calor era insoportable pero no era correcto recibir a la Reina Isabel II sin el saco puesto. La escena era alucinante por inesperada y fuera de contexto: al cortejo real que desembarcaba le antecedía un personaje con uniforme de oficial colonial indú, turbante rojo, casaca bordada, espada oriental, llevando sobre su brazo levantado una cacatúa cuyo plumaje multicolor concursaba con la vestimenta de opereta de su presentador. Varios metros atrás caminaba la soberana inglesa, de visita oficial en México, con su vestido lila, su sobrero lila y su bolsita lila, seguida a una imperceptible distancia por su consorte marido Phillip. El paso lento y soberbio de sus altezas “reales”, la sonrisa condescendiente, el movimiento estudiado de cabeza a manera de delicado saludo, trasportaban a otra dimensión “irreal”. La Reina sería recibida por un elegante Miguel de la Madrid, y la jornada se preveía sumamente divertida. Al final del día, antes de pernoctar en su yate real, Isabel II saludaría uno por uno a los privilegiados reporteros acreditados al evento: nunca me quité el saco, of course.


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Cuando todo mundo quería salir, yo quería entrar. Mi trabajo no era un trabajo, era una vocación animal inseparable de la vida personal. Las "notas" de 45 segundos al aire, escritas en los mismos 45 segundos, fueron secundarias ante las vivencias que marcaban el cotidiano acontecer del oficio periodístico. Los personajes que entrevisté, o a los que simplemente tuve la suerte de acercarme unos metros, me persiguen hasta la fecha. Los hice míos, me pertenecen, son producto de la fantasía de que existen gracias a mí. De niño, estreché la mano del General De Gaulle cuando visitó la Ciudad de México, y tal vez en ese momento empezó todo. "Marchemos la mano en la mano" dijo De Gaulle a Adolfo López Mateos ante un Zócalo repleto. Absorbí en ese saludo a toda la Resistencia francesa durante la invasión nazi, a la Quinta República, a Churchill, a Roosevelt, a Stalin.
Para un niño francés inmigrado en la post-guerra, De Gaulle desencadenó la Locura Egocéntrica que por las noches no me deja dormir. Para calmar el vacío y la nostalgia, tuve que ir a ver a Nicolas Sarkozy y su mediática Carla Bruni hace unos meses durante su visita a México. No pude dejar de enumerar a los Presidentes franceses que había conocido en vivo y a todo color: De Gaulle, por supuesto, pero también a Valery Giscard D´Estaing y a Francois Mitterrand. Por lo visto, no hubo mejor oficio para mí que el de reportero. Ni Tintin tiene tales delirios. (A propósito, ¿alguien sabe quién es el Jefe de Información de Tintin? ¿Raúl Hernández lo mandó al Congo? ¿A la Luna?)


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Ya me voy Raúl, no contestes si no quieres. Bien sabes que marcaste 15 años de mi vida y que para ti, Jefe, sólo hay respeto y agradecimiento. No me pongas notas hoy. No estoy disponible. Todavía no sé que estoy viviendo efectivamente los últimos momentos en la querida y odiada redacción de noticieros. A propósito, ya no tienes manchas de tinta azul en la cara porque te rascaste la frente: la Red informática es la nueva tecnología de la información. Pero nunca –nunca- dejarás de gritar “!Ditos!” para los reporteros de mi generación.


Informa en 24 Horas, Philippe Bac

1 comentario:

  1. Que buena descripción. Me hiciste vivir de nuevo toda una vida, Philippe Bac, y si recuerdas, al igual que remito todo mi agradecimiento al Jefe Raúl Hernández, te reconozco el que me hayas apadrinado mi primera nota grabada para 24 HORAS en 1983. Un fuerte abrazo! Juan Carlos Tamez.

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